CORRIENDO SIN MIRAR ATRÁS

Nunca pensé que una de mis tareas pendientes sería entrenar para una carrera. Una carrera de verdad: 5 kilómetros dejándote el aliento hasta llegar a ese maravilloso lugar en el que pone «META».
Al margen de algunas salidas esporádicas a correr por el parque junto a casa, mi relación con el running siempre había sido de indiferencia recíproca. Y si me hubieran dicho hace cuatro meses que madrugaría para bajar a correr, o que podría hacer casi 7 km seguidos, me habría dado un ataque de risa.
Pero la verdad es que, después del ahogo inicial, me gusta bastante correr. Sigo terminando rojísima y con unas pulsaciones dignas de un ataque al corazón, pero la sensación de satisfacción es impagable. No sé si será sólo una cuestión hormonal, o el subidón de endorfinas, pero hasta me veo más guapa un par de horas después de correr.

Hoy he participado por primera vez en una carrera. A pesar de que era una carrera popular y de sólo 5 km, nada profesional, estaba muy nerviosa y con miedo a no poder acabarla, o terminar la última. Pero afortunadamente no han pasado ninguna de las dos cosas: he acabado en menos tiempo de que creía, hacia la mitad de la clasificación, con buen ritmo e incluso con la sensación de que podría haber aguantado algo más.

Lo mejor de la carrera, además del orgullo de haberla completado y, sobre todo, de que mi chico la haya completado aún más rápido que yo, ha sido ver cómo hay gente que acude a ver la carrera y te va animando cuando pasas a su lado, sin conocerte de nada pero empujándote, aplaudiendo y diciéndote que ya queda poco para conseguirlo. Se agradece, y mucho. De hecho, creo que si me entero de alguna carrera, y no participo, iré a animar yo también.

Soy consciente de que ha sido una carrerilla de nada, no tiene un gran mérito. Pero esto ha sido sólo el comienzo… Gente que participó aquí hace un año, hoy corría en la prueba para especialistas con el doble de kilómetros. El año que viene, ¡¡correremos con ellos!!

(Foto: Noferet)

REDECORA TU VIDA

Decorar es divertido. A mucha gente le gusta y hay cientos de webs y blogs de decoración, con miles de ideas y ejemplos que pueden inspirarte para tu casa. Sin embargo, la diversión se acaba cuando «tienes» que decorar tu nuevo piso, con un espacio reducido, un presupuesto bastante limitado y otra personita con gustos propios que no tienen por qué coincidir con los tuyos.

Gracias a Pinterest estoy viendo algunas imágenes para la entrada del piso que reflejan más o menos lo que me gustaría poner: una mesa bonita de madera, no muy grande, sobre la que dejar las llaves y algunas flores, y un espejo para echarte el último vistazo antes de salir.

Source: littleemmaenglishhome.blogspot.co.uk via Caroline on Pinterest

Source: google.co.cr via Amy on Pinterest

 

Sencillo y nada recargado, pero con objetos bonitos que tengan algo especial. Al fin y al cabo, va a ser lo primero que veamos al llegar a casa (bueno, justo después del manifiesto de Holstee).

SIEMPRE DE FRENTE

No me gusta escuchar mi voz en grabaciones. No me reconozco, y tengo la impresión de hablar como una niña pija con voz aguda y desagradable (confío en que el resto de la gente no opine igual, ya que no tengo intención de callarme y comunicarme sólo por gestos).

El problema es que con las imágenes me sucede lo mismo, o peor. No me gusta verme en vídeo, y lo evito siempre que puedo, pero hace un par de días me vi en una grabación (¡por la tv! ¡horror!) y me asustó comprobar que apenas me reconocí. Quiero decir, sabía que era yo, no estoy tan trastornada (de momento), pero me veía y me costaba asociar esa cara con la imagen mental que tengo de mí misma.

Creo que puede deberse a que en casi todas las fotos mías que tengo salgo de frente, normalmente sonriendo (hay que amortizar el sufrimiento adolescente de la ortodoncia), y no estoy habituada a verme de perfil (¡¿en qué momento mi naricita se convirtió en «eso»?!) ni en movimiento con gestos raros.

Sé que esto es una tremenda tontería, no me quita el sueño; pero no sé si es algo común, o si es una cuestión de autoestima y hay personas que siempre se van a reconocer porque siempre se ven estupendas. Por el momento, me daré por satisfecha si el trauma de haberme visto me sirve para recordar llevar la espalda recta.

SORPRESAS AGRADABLES EN UN CENTRO COMERCIAL

Es escuchar a estos tres artistas, enlazando temas de Michael Jackson, The Killers, U2…. y olvidarte de que habías ido a comprarte ropa como si no hubiera un mañana.

Será una estrategia comercial, o un truco para que nuestra mente no piense en el aspecto negativo del consumismo y los centros comerciales, pero lo cierto es que tengo ganas de volver sólo por asistir a otro concierto suyo.

(La única pega es que, después de esto, la música de algunas tiendas que hay justo al lado, resulta aún más desagradable que de costumbre).

(Foto: Noferet)

A BOMBO Y PLATILLO

Quiero aprender a tocar la batería”. Recuerdo haber dicho esa frase cientos de veces desde que era pequeña, siempre pensándolo como algo para hacer en el futuro, cuando tuviera una vida asentada, un trabajo fijo, una economía saneada para comprar la batería y mucho tiempo libre. Nada más.

A estas alturas ya me he dado cuenta de que todo eso es difícil de conseguir; sobre todo, la vida asentada y el tiempo libre.

Hace unos días, una amiga me contó que se había comprado un piano y había encontrado un profesor para refrescar la memoria. Cuando me contaba lo que disfruta tocando, después de 15 años sin acercarse a un teclado, me volví a acordar de mi pasión contenida por la percusión y decidí que no quiero dejar pasar más tiempo, porque a este paso cuando me ponga a ello la artosis y el dolor de espalda me lo impedirán.

¿Por qué la batería? No lo sé, en general me gustaría aprender a crear melodías, tocar algún instrumento con cierta habilidad, por el placer de producir sonidos musicales. Pero, aparte de que la ausencia de oído musical sería un handicap importante, siempre que escucho música siento el impulso inconsciente de seguir el ritmo con los pies, aunque intente quedarme quieta; y  realmente me atrae mucho la percusión y la batería, la capacidad de producir ritmos con varios sonidos a la vez, usando los brazos y piernas… madre mía, con mi grado de coordinación ¡será todo un espectáculo!

 

Para ponerlo en marcha…

Lo ideal sería tener una casa grande, con una habitación insonorizada y espaciosa, con mi propia batería. Hay academias en las que puedes aprender con las que tienen ahí, pero lo que me gustaría es tenerla en casa para tocar siempre que me apetezca (o necesite desahogarme).

Por lo que he estado mirando, las baterías no son tan caras como pensaba (una normal, nada del otro mundo), pero el principal problema no es el precio… ¡sino el ruido! Porque hacen mucho ruido, por lo que he leído, mucho más que cualquier otro instrumento, y los apaños caseros y las sordinas no sirven para amortiguarlo apenas.

La única opción es la compra de una batería electrónica, con paneles que recogen el golpe de la baqueta y lo reproducen mediante un ordenador, permitiendo regular el volumen e incluso el uso de auriculares. Pero, claro, las baterías electrónicas no tienen la misma riqueza de sonidos que las acústicas (sobre todo si no quiero una que cueste más que mi nómina) y no pueden captar tantos matices. Además de que con ellas perdería la parte «física» de aporrear los platillos…

Es decir, que cuando me ponga con esto (espero que pronto -¡para eso lo estoy escribiendo aquí!-), tendré que plantearme qué instrumento quiero, y me temo que no va a ser una decisión nada fácil.

COMIENZO

No sé si treinta años son muchos o pocos, todo depende de la perspectiva. Pero son suficientes para darte cuenta de que si quieres hacer algo, tienes que ponerte a ello sin esperar a que venga a ti.

Mil veces he pensado en algo y me he dicho: «algún día lo haré», y meses o años más tarde lo he recordado y he vuelto a decirme lo mismo… Pero nunca ha llegado ese día apropiado para hacerlo… hasta ahora.

Con esta página pretendo tener presentes todos esos proyectos o actividades que me gustaría realizar, ya desde hace bastante tiempo, como una forma de que no se me olviden y de ayudarme a encontrar el momento y las ganas para llevarlas a cabo. ¡Espero que funcione!