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HOJA EN BLANCO

Empieza el año. 365 días de oportunidades para hacer cosas interesantes, visitar lugares especiales y estar con la gente que hace que la vida valga la pena, gente conocida y (quién sabe) por conocer.

Sin embargo, en el horizonte sólo veo páginas en blanco en un calendario. Muchas ganas de hacer cosas, de viajar, de nuevos proyectos, de cambios laborales… pero ninguna pista de por dónde empezar.

Tal vez me he contagiado del ambiente de pesimismo de estos tiempos. O puede que la incertidumbre laboral (y el futuro ejerciendo de maestra que se retrasa un año más) esté expandiéndose a todos los campos. Lo único seguro es que la forma de salir de esta inactividad pasa por empezar a moverse.

«El movimiento se demuestra andando», dicen mis padres. Pues eso.

COMO UN RETRATO DE VAN DYCK

Hoy, después de más de 10 años, he salido de casa con el pelo recogido hacia atrás y la frente despejada. Cualquiera que lea esto pensará: «vaya estupidez». Pero eso es porque sólo unos pocos elegidos tenemos la frente como una dama flamenca del siglo XVII.

El caso es que esta mañana, al lavarme la cara, me he dado cuenta de que estaba cansada de ir siempre con mi flequillo a todas partes, como si no pudiera cambiar porque algo me impidiera mostrar mi frente al público, y he sentido que casi me daba miedo salir a la calle así (bajar la basura de noche no cuenta).

Y, como lo mejor para perder un miedo es enfrentarse a él (salvo si se trata de películas de terror), he decidido que hoy era el día para acabar con tanta tontería. Siguiendo la idea de aceptarme para, a partir de ahí, trabajar y llegar adonde quiera, he estado todo el día por ahí con mi moño alto, felizmente pasando desapercibida para todo el mundo.

El siguiente paso es ir a trabajar así. Pero creo que, para eso, el truco de maquillarme para distraer la atención sería insuficiente… De momento, tendrá que esperar.

(Foto: National Gallery of Art, Washington)

SER O NO SER

Hace poco escuché a Michael Hyatt recomendar que, si quieres convertirte en algo, por ejemplo, escritor, te presentes a ti mismo ya como escritor, mientras estás trabajando para conseguirlo. Eso, aunque parezca un detalle insignificante, irá haciendo que en tu interior también te vayas viendo así, y te ayudará a convencerte de que puedes conseguirlo.

Unos días después, leí esta entrada que comentaba algo parecido, en este caso sobre el vestuario y la apariencia en general a la hora de mejorar profesionalmente. La conclusión era básicamente la misma, pero en este caso enfocada hacia cómo te ven los demás: si quieres avanzar hacia puestos de mayor responsabilidad, conviene que transmitas esa responsabilidad y seguridad con tus actos pero, también, con tu aspecto. (Aunque mucho me temo que, en España, esto no funciona exactamente así porque, mucho más que tu responsabilidad, influye el amiguismo, peloteo, falta de rebeldía y capacidad de asumir los marrones y resolverlos sin que salpique a los de arriba).

Mi objetivo para el futuro es trabajar como maestra de primaria, así que, según esto, tal vez debería modificar mi perfil en facebook y poner que soy ya maestra… Tengo bastante asumido que la consecución de este objetivo pasa por que el Gobierno convoque una oposición, para aprobarla con la mejor nota posible y entrar en la lista de personal interino. Pero hay otra opción: que me llamen para cubrir vacantes en centros privados.

Siempre he pensado que esta posibilidad era bastante remota, al no tener contactos y haber tantísima gente con más experiencia y el mismo curriculum. Sin embargo, pensando en las ideas que he puesto al principio, una parte de mí se plantea si igual yo misma no estoy convencida de que me vayan a contratar y, por eso, no lucho lo suficiente para lograrlo. Puede que sea una tontería, pero está claro que si no confío en que algo pueda suceder, no sucederá nunca.

Por tanto, voy a empezar a creerme que sí, que puede que en algún colegio necesiten cubrir una baja y vean mi cv, y me llamen. Porque cumplo con todos los requisitos, y puedo aportar mucho más que la simple formación académica. Y, a partir de aquí, vamos a trabajar para que, si surge la oportunidad, ¡los responsables de los centros tengan mi curriculum bien a mano!.

SIEMPRE DE FRENTE

No me gusta escuchar mi voz en grabaciones. No me reconozco, y tengo la impresión de hablar como una niña pija con voz aguda y desagradable (confío en que el resto de la gente no opine igual, ya que no tengo intención de callarme y comunicarme sólo por gestos).

El problema es que con las imágenes me sucede lo mismo, o peor. No me gusta verme en vídeo, y lo evito siempre que puedo, pero hace un par de días me vi en una grabación (¡por la tv! ¡horror!) y me asustó comprobar que apenas me reconocí. Quiero decir, sabía que era yo, no estoy tan trastornada (de momento), pero me veía y me costaba asociar esa cara con la imagen mental que tengo de mí misma.

Creo que puede deberse a que en casi todas las fotos mías que tengo salgo de frente, normalmente sonriendo (hay que amortizar el sufrimiento adolescente de la ortodoncia), y no estoy habituada a verme de perfil (¡¿en qué momento mi naricita se convirtió en «eso»?!) ni en movimiento con gestos raros.

Sé que esto es una tremenda tontería, no me quita el sueño; pero no sé si es algo común, o si es una cuestión de autoestima y hay personas que siempre se van a reconocer porque siempre se ven estupendas. Por el momento, me daré por satisfecha si el trauma de haberme visto me sirve para recordar llevar la espalda recta.